25 de octubre de 2008

Que se venga la segunda...y la tercera... y...

Disculpen la demora, honestamente me costó más de lo que pensaba escribir la historia... Pero aquí está... Qué la disfruten :D

Las primeras semanas fueron increíbles. Yo me había olvidado lo que era estar así con alguien. El tiempo se nos pasaba volando cuando estábamos juntos. Era difícil decir cuál de los dos estaba más sorprendido de lo bien que encajábamos, aun con nuestras diferencias. Desde las charlas hasta el sexo, todo era indescriptiblemente bueno. Pero lo bueno dura poco, y estábamos viviendo algo que no era real. Su realidad era su novia, la mía era que me estaba enganchando cada día más.

La desaparición fue más bien gradual al principio. Se empezaron a espaciar los mensajes de texto. No tomaba más la iniciativa. Y yo, que podré ser muchas cosas pero ingenua no es una de ellas, no sabía qué hacer. No entendía nada. ¿Es que de repente, después de tanto tiempo, se había acordado que tenía novia? ¿O simplemente se había sacado las ganas y mucho gusto y hasta luego? La segunda opción no me cerraba en lo más mínimo. Algo lo conocía y sabía cuándo me estaba mintiendo y cuándo no, y él también se había enganchado. El punto final a la desintegración lo puso una vez que quedó en venir a verme y nunca apareció.

El primer día lloré un mar de lágrimas. Mis amigas me decían que iba a estar todo bien, que alguna explicación tenía que haber, pero tenían esa mirada de "y si... te cagó como a todas nos ha cagado alguno alguna vez". Me costó un montón, pero ni un mensaje le mandé. Volvió solito, como aquel que se va sin que lo echen. Tenía una "explicación" que nunca me dio y nunca pedí. Me gustaba tanto, lo quería tanto que el hecho de que volviéramos a estar juntos me bastaba. Pese a mi determinación reentablamos relación(es). Así estuvimos un tiempo considerable. Y justo cuando empezaba a cicatrizar, tiró del hilito y descosió los puntos. Bueno, en honor a la verdad, yo le di la punta porque la situación me estaba superando, pero yo no podía tomar la decisión.

De nuevo a llorar ríos. Esos días podría haber salvado cualquier sequía. Y lo peor es que esta vez había sido hablado y "de mutuo acuerdo". Ni siquiera odiarlo podía. Pasaron uno, dos meses. Y todavía lo extrañaba como el primer día. ¿Vieron que con el paso del tiempo eso que tanto dolió no parece tan terrible? La necesidad tiene cada de olvido, parece.

De a poco volvimos a hablar, volvimos a reírnos, e inevitablemente, volvimos a vernos. La tercera es la vencida, dicen por ahí. Era como si nada hubiera pasado. Como si hubiéramos estado juntos desde que nacimos. Pero no era el caso. Yo no entendía, y el parecía no poder explicarme, qué era lo que le pasaba conmigo. Si me quería como decía, ¿por qué me lastimaba? Si sólo quería sexo, ¿por qué volvía?

Pero esta vez ya no me alcanzaba con vernos cuando podía. Y en cuanto empezó a dar indicios de querer ejercer su acto de escapismo tomé el toro por las astas. Otra vez a mí no (Ja!). Entre excusas y mil perdones de él, y muchas lágrimas mías (la figurita repetida de esta historia) pusimos lo nuestro en stand by.

La prorroga tenía plazo de caducidad, y una vez vencido no había vuelta atrás. De nuevo tuve que se yo la que puso los puntos sobres las íes. Se ve que algo de todo lo que me dijeron mis amigas (uno hace porque el otro deja hacer, sino te cuidas vos nadie lo va a hacer, es un garka, no te quiere, bueno, si te quiere pero no como vos lo querés, no te sirve, vos te mereces más que ser la segunda, y símiles) logró penetrar mi dura dura cabeza y me pude plantar frente a él y decirle que yo así no podía más y que lo nuestro se acaba, for good. Tan decidida estaba que ni lloré.

Con el tiempo sí lloré. Y lo odié. Y lo putié. Pero también lo extrañé, y lo necesité. Muchas veces jugué con la idea de buscarlo yo, pero ¿para qué? Y esa pregunta sin respuesta, o mejor dicho con una respuesta que no me gustaba, fue lo que me detuvo cada vez. Hoy sé que no quiero estar con él, porque no me conviene. Y ya ni ganas de buscarlo tengo. Pero... si fuera él quien mandara el mensaje... Bueno, ustedes me entienden...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay historias que parecen calcadas. Te voy a seguir visitando para ver si me das una pista sobre como termina la mia.

Café (con tostadas) dijo...

por qué será que cuesta tanto desengancharse de historia que hacen daño?

ah... una porquería, cuando uno quiere de una manera y el otro de una diferente duele, y tanto!

Botona dijo...

A vos te costó escribirla, a mi me cuesta leerla.
Ya vas a tener mi historia entre tus mails.

Andre Mint dijo...

Been there. Los hombres siempre se alejan, un amigo me dice que es por cobardía, a no poder decir lo que pasa. Estar en el limbo es el peor de los sentimientos, porque, aunque te sientas por el piso, siempre guardas una esperanza, y eso es lo que nos hace vulnerables.

Andre dijo...

No, un tropezón no es caída como bien decís acá arriba ....
Y te entiendo .... el para qué? es lo que nos detiene, siempre ... y gracias a Zeus que lo hace!
Leyéndote me queda cada vez más claro que al final, siempre somos las minas las que nos ponemos las polleras en "las relaciones" de lo que sea ....
Siempre es una la q pregunta, echa, o pone las cosas sobre el tapete .... será de Dió!